El jueves, el muy eximio Concejal de Urbanismo del Ayuntamiento de Sevilla, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, daba una rueda de prensa. En ella informaba a la ciudadanía, sin cortarse un pelo, de una nueva inyección de dinero público; una nadería de 18 millones de euros más; a la empresa Sacyr para que intente terminar uno de los proyectos estrella de remodelación del centro de Sevilla (de nombre muy rimbombante); Metropol Parasol... Más conocido en Sevilla como "Las Setas de la Encarnación".
Foto del proyecto de Jürgen Mayer. Obsérvese el tono sepia de la foto, ideal para "vender la lavadora" en una ciudad donde apasionan las fotos antiguas.
El proyecto empezó a gestarse en 2004, cuando el arquitecto berlinés Jürgen Mayer ganó el Concurso Internacional de ideas para la remodelación de la Plaza de la Encarnación. Un espacio abandonado durante más de 31 años en el mismísimo Centro Histórico de Sevilla. En esa plaza había existido un mercado del mismo nombre, que se trasladó a una especie de chiringuito prefabricado en un lateral de la misma, mientras se acometía la edificación del nuevo mercado. El chiringuito tiene un azulejo en la entrada que aún reza; "Mercado de la Encarnación", "Instalación provisional, 1973".
El arquitecto berlinés propuso seis parasoles de hormigón y madera, de 30 metros de altura, que generan una plaza en sombra bajo ellos, un edificio con el mercado, un museo para los restos romanos y almohades hallados allí y una pasarela mirador a 22 metros de altura con un restaurante. El proyecto, que no cabe duda de que resulta sorprendente e interesante como concepto, ha sido siempre más que discutido en Sevilla por su escasa integración en el entorno.
Los eminentes munícipes lo vieron, alucinaron en colores e hicieron palmas con las orejas... Inventaron, además, la fórmula chollo para que una obra presupuestada en proyecto en 50 millones de euros no costase ni un euro a las exiguas arcas públicas. Se la adjudicaron a Sacyr, a cambio de la concesión administrativa para la explotación de lo construido.
Nada más iniciarse las obras en 2006, la pobrecita empresa solicita una inyección de 25 millones de euros para que los futuros beneficios le cuadren en un 8%. Dos años después, los nuevos recálculos, modificaciones y reformados del proyecto original obligan a una nueva aportación de 7 millones de euros... Y ahora, los otros 18 millones. O yo me he vuelto idiota y se me ha olvidado sumar, o el presupuesto inicial, de una obra que se iba a inaugurar en 2007, se ha duplicado y a los sevillanos nos ha costado 50 millones de euros. Por cierto, sin fijar plazo ni seguridad de terminación.
Foto de Juan Carlos Vázquez en el Diario de Sevilla del estado de unas obras que se iban a finalizar en 2007, en enero de 2010.
¡No pasa nada! ¡No cunda el pánico! El ilustre concejal, dispuesto a instruir al resto de los simples mortales, nos larga... “Es un proyecto constructivo imposible cuya ejecución ha sido incierta desde que comenzó y que se adjudicó sin que existiera la tecnología necesaria para poder ejecutarlo”. Insisto. O yo me he vuelto imbécil, o eso es reconocer en público la ineptitud e irresponsabilidad de los gestores de esta ciudad, que llevan gastados 50 millones de euros en algo que ni siquiera sabían; ni saben; si se puede hacer.
¡Qué fácil es tirar con pólvora ajena, con el dinero de todos, para ponerse medallas! ¡Qué fácil es tener ensoñaciones megalómanas cuando no las paga uno de su bolsillo! ¡Que viva la ética política!