miércoles, 28 de julio de 2010

¡Cuando ellas nos echan la maldición...!

Estoy absolutamente seguro de que todos los varones que lean esto y tengan pareja femenina, habrán vivido alguna que otra vez la siguiente situación...

Estás comiendo, encantado de la vida, en un restaurante en el que se está celebrando algún acontecimiento sonado (la boda de un amigo o un aniversario). Vas de punta en blanco, con camisa impecable, corbata nueva y puede que incluso con americana o traje. Has tomado ya unos langostinos con mayonesa, unos dados de ventresca de atún marinado en aceite de oliva, una sopa fría o similar, y no ha habido ningún problema. Sacan un chuletón a la brasa u otra carne similar y estás disfrutando de ella con fruición. La dueña y señora de tu vida te mira y dice...

- "A ver si tienes cuidadito, que la corbata es nueva y el traje está recién sacado de la tintorería, no te vayas a echar una mancha..."

En ese preciso instante, el último pedazo de carne, ese que tenías perfectamente trinchado, de forma misteriosa parece agitarse y, temblando, se suelta del tenedor y cae haciendo un doble mortal que deja huella en la corbata nueva, en la camisa impecable, en la chaqueta y el pantalón del traje recién sacado de la tintorería, y acaba dejando una señal de grasa hasta en los zapatos de ceremonia que llevas. La dueña y señora de tu vida te mira y vuelve a hablar...

- "¡Si ya lo decía yo! ¡Es que no se puede ser más torpe!"

Tú te callas, convencido de que si replicas, la maldición puede ir a peor...


He tenido cámara fotográfica desde que me compré una Olympus réflex en segundo de carrera con el dinero que sacaba dando clases particulares de geometría descriptiva. Después de varias cámaras, llegó la Canon Power Shot SX 200 IS que me compré en junio de 2009.

Fuimos a Roma de viaje una semana el pasado verano. La dueña y señora de mi vida estaba empeñada en que dejase la cámara a un viandante cualquiera para que nos hiciera alguna foto decente juntos (eso que sabe que a mí no me gusta nada salir en ninguna foto). Me miró y dijo...

- "Pues si es porque piensas que te la puede robar aquel al que se la dejes, que sepas que da lo mismo, porque te la pueden robar en cualquier sitio..."

Llegamos a Sevilla y al día siguiente tenía ya una visita de obra a la que, para dejar constancia gráfica del avance de los trabajos, siempre llevo la cámara... Me la robó alguien que entró desde la calle en la caseta de obra. No se llevó ni la Blackberry del aparejador, ni las gafas de sol Ray Ban del ingeniero... Solo se llevó la cámara que, además, no se veía porque estaba dentro de su funda. Menos mal que había descargado las fotos de Roma la noche anterior...

Me compré una cámara gemela para sustituir a la sustraída, y me acompaña fielmente desde hace un año.

Estábamos en Berlín hace justo dos semana y estaba haciendo una fotografía de la puerta de Brandenburgo. La dueña y señora de mi vida me miró y dijo...

- "Métete la correa en la muñeca que se te va a caer la cámara y la vas a liar..."

Después de más de veinticinco años haciendo decenas de miles de fotos, subiendo y bajando andamios, recorriendo obras sin haber dado nunca un mínimo golpecillo a una de mis cámaras, la miré con cierta superioridad...

¿A que no adivináis dónde pudo acabar la cámara a los cinco minutos escasos?... ¡Exacto!... ¡En el suelo!

Se me escurrió de la mano con el sudor y fue a darse un golpazo tremendo contra unos adoquines de granito. Por suerte, sobrevivió al impacto y solo tiene una abolladura en una esquina...

¡Varones que me comprendéis! ¡Cuando las dueñas y señoras de vuestras vidas os echen su maldición, ya os podéis cagar por la pata abajo de miedo!

sábado, 24 de julio de 2010

¡Qué cabronada!

El diccionario de la R.A.E. especifica en la segunda acepción para "cabronada" lo siguiente.

"Incomodidad grave e importuna que hay que aguantar por alguna consideración".

La semana pasada, en Berlín, un enorme camarero alemán nos hizo una auténtica "cabronada".

A la dueña y señora de mi vida y a mí nos encanta la cerveza, y llevábamos desde febrero sin probarla debido a la dieta por la que estoy tan buenísimo... Habíamos decidido pasar de dieta en Berlín y disfrutar sin cortapisas de los variados tipos de cerveza que existen allí y acompañarlas de alguna de las variedades de salchichas alemanas (más de mil seiscientas cincuenta según cuenta Intenet).

Hacía un calor tremendo en Berlín. De hecho, lo consulté en el teletexto, era la misma temperatura que había en Sevilla. Sólo que en Berlín, ningún local tiene aire acondicionado. Nos moríamos por una cerveza y el camarero, que era un fornido alemán, rubio, de metro noventa y tantos, atlético y musculoso, nos alargó una infinita carta de cervezas...

Ante la apremiante sed, después de una maravillosa mañana de museos sin climatización, no sabíamos qué elegir... Le dije en inglés que nos pusiera la cerveza que él bebía. Con una sonrisa, nos preguntó si pequeña o grande (0,3 ó 0,5 l), y se la pedimos grande...

¡Qué cabronada! ¡Nos puso una cerveza de color verde que nos dejó pasmados! Nos dijo que era muy popular en Berlín y que a él le encantaba porque era muy, muy refrescante...


Permitidme que, más que "cabronada", diga que la cerveza era una auténtica "mariconada" de mil pares de narices (el diccionario de la R.A.E. pone estas palabras como sinónimos).

Cerveza con manzana y kiwi... ¡Qué espanto! ¡Qué pedazo medio litro de mariconada!

Y nosotros con una sonrisa por aquello de ser amables...

viernes, 9 de julio de 2010

Pajín dixit (y 2)

Un amigo "Anónimo" escribe el siguiente comentario a la entrada anterior, que traslado textualmente aquí.
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"Poner a parir a una compañera de partido en tu blog, es cuando menos estrafalario. Además no nos presta ningún argumento, excepto que se adivina que estás a un paso de odiarla. Sorprendente, ¿no?
Tienes gracia, Alegre Opinador. Primero nos introduce-no sé para qué, si tu intención era, más tarde se demuestra de forma clara: denostar a Pajín- en tu maravilloso gesto altruísta de rechazar un puesto importante. ¡Jo, qué típo! ¿Eres de Bilbao?..Ya me parecía a mí. Si quieres aplausos, ahi va el mío...
Después avisa a tu clientela que quizá te espere el destierro por tu maravillos gesto de criticar a una dirigente de tu partido de forma envidiosa, y tú intentas que creamos que es un acto supremo de sinceridad que te va a llevar a los altares del sacrificio político ¡JO, QUÉ TIPO!
Insultar a un compañero por la espalda debería ser el paso previo para marcharte de su lado."
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Como me dice el programa que la respuesta es demasiado larga para un comentario, opto por publicarla como una nueva entrada, a riesgo de aburrir a alguien con el tema...
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"Amigo o amiga. Es una verdadera pena que no me haya explicado en condiciones en mi entrada, porque es evidente que tú no has entendido nada de nada...
Para empezar, me llama la atención que definas como estrafalaria a la libertad de expresión, sea dentro de un partido o donde sea.
Para seguir, soy de los que piensan que no debería existir una profesión de "político". ¡Eso es lo que quería explicar!
Recuerdo cuando en política se metía gente con una amplia experiencia y bagaje profesional, durante unos años, para dedicar parte de su saber al bien común y, terminado su ciclo, se volvía a dedicar a su actividad anterior como si tal cosa. Eso era y debería seguir siendo la POLÍTICA con mayúsculas. Si se lee un poquito de Historia se descubre que hasta hace muy poco esa era la tónica general de la POLÍTICA.
Hace veinte años estaba convencido de eso, y sigo estándolo, y rechacé una oferta atractiva porque no me parecía lógica. ¡Nada de sacrificios...! ¡No me he arrepentido ni un segundo de aquello! He vivido y sigo viviendo divinamente con mis trabajos de profesor y arquitecto, y soy muy feliz.
Ahora hay una clase de politiquillos, como Leire Pajín, que sin ninguna experiencia profesional (esta mujer nunca ha trabajado en nada de nada que no sea un cargo político) se atreve a regir los destinos de un partido y de un país... Gente que nunca podrá dejar la política porque no sabe hacer absolutamente nada más que dedicarse a la lucha por mantener eternamente la poltrona...
Un circulo cerrado. No tienen nada que aportar y no pueden dedicarse a otra cosa porque no saben hacer nada de nada... ¡Y esos son los que controlan nuestros destinos!
Por cierto, muy bien no debes haber leído la entrada, porque la he releído y no he encontrado insultos. Tampoco lo hago por la espalda, porque con esos datos, en tres minutos, cualquier persona de mi partido puede saber quién soy sin ningún esfuerzo.
Tampoco he dejado clara otra cosa... ¡De envidia, nada de nada! ¡De tristeza, mucha! ¿Porque no tengo un cargo público? No, que va. Ahora mismo (y lo saben bien los que me conocen), ni me conviene, ni me interesa... Solo tristeza porque creo que podría aportar bastante experiencia para solventar cosas que están mal o que se están haciendo mal y, o nadie me pregunta, o cuando hablo nadie me hace ni puñetero caso... Eso que solo me atrevo a hablar de aquello de lo que sé un poquito...
¿Odiar a Leire Pajín? ¡Por favor, no! ¡Solamente me da vergüenza!
Otra cosa. No me voy a ir del PSOE hasta que no decidan echarme. Después de veinte años de militancia, soy de los que siguen convencidos (quizá porque soy bastante gilipollas) de que existen las ideologías y soy socialista por ideología. Igual se deben ir del PSOE los que están en él para chupar del bote... ¿Es tu caso?
Un saludo."

lunes, 5 de julio de 2010

¡Lo que no voy a tolerar...! (Pajín dixit)

Corría el mes de febrero de 1991. Con veintiséis años, trabajaba a tope en un fantástico estudio de Bilbao al que me había incorporado en diciembre, tras haber obtenido mi flamante título de arquitecto, el 7 de septiembre de 1990, en una de las mejores universidades de España.

La carrera de arquitectura, por entonces, era algo más seria de lo que es ahora. Tenía seis cursos, seis,  más el Proyecto Fin de Carrera y, por término medio, se solían repetir dos cursos. De mi promoción solo habíamos conseguido acabar sin repetir ningún curso veinticinco de los trescientos quince que empezamos.

Estaba orgulloso de mí mismo y me creía el rey del mundo...

Aunque la política siempre me había atraído como un imán al hierro, había decidido no militar hasta que mis estudios no estuviesen finalizados. Así que el 8 de septiembre de 1990 (el día después de mi titulación) me presenté en la sede de Euskadiko Ezkerra (EE), el partido que presidía Juan María Bandrés, y me afilié.

En ese mes de febrero de 1991, una mañana de domingo, muy temprano, sonó el teléfono de mi casa. Salí corriendo de la cama sobresaltado y cuando oí la voz al otro lado me quedé más que sorprendido. El Secretario General de mi partido y Consejero de Urbanismo, Vivienda y Medio Ambiente del Gobierno Vasco me quería ver sin falta el lunes a primera hora. Completamente dormido le dije que sí...

Recuerdo que iba expectante e intranquilo hacia aquella reunión. No sabía cuál podría ser el motivo de la misma y, mientras subía las escaleras que llevaban a la sede del partido, seguía elucubrando...

Los compañeros encargados de la recepción me hicieron pasar a toda velocidad a un despacho en el que, para mi sorpresa, me esperaban los tres máximos mandatarios, todos ellos altos cargos del Gobierno Vasco.

Como había grandes sonrisas luciendo en sus caras, me tranquilicé completamente...

Tras una breve salutación, fueron directos al grano. El Secretario de Organización, y por entonces Viceconsejero de Urbanismo y Vivienda, tomó la palabra y me anunció mi próximo nombramiento como Director General de Urbanismo y Vivienda del Gobierno Vasco, que se haría oficial en breve...

¡Era una prueba de confianza extrema! ¡Era la gran oportunidad de progresar en mi carrera como arquitecto y como político a la velocidad de la luz! ¡Era, también, cobrar un sueldo cuatro veces superior al que por entonces tenía! ¡Era el no va más!...

Tomando la palabra, agradecí la inmensa muestra de confianza y, para sorpresa inicial de los presentes, rechacé el nombramiento. Mi argumento era sencillo. Había entrado en política porque quería aportar algo a mis conciudadanos desde un partido o un cargo, pero aún no era el momento... Con apenas cinco meses de experiencia, mi bagaje profesional era tan minúsculo para ese cargo y para la responsabilidad que conllevaba, que no podía aceptarlo.

Los presentes, que eran políticos de los de verdad, lejos de vituperar mi actitud, la alabaron...

Hoy, con veinte años de experiencia profesional y otros veinte de militancia política (Euskadiko Ezkerra se fusionó con el PSOE en 1993), absolutamente nadie cuenta conmigo... Quizá porque siempre me he negado a lamer culos...

Y el pasado domingo (otro domingo en mi vida) pongo la radio y lo primero que escucho es la voz de la Secretaria de Organización de mi partido, Leire Pajín, usando una de sus frases absurdas favoritas.

- "¡Lo que no voy a tolerar...!"

¿No se siente ridícula una persona como ella que cada día demuestra que no tiene absolutamente nada que aportar a la política española ni a sus conciudadanos? ¿No se da cuenta de que, salvo a su camarilla fiel que la ha encumbrado ahí, con frases tan ampulosas como esas no da "miedo" ni a un chiguagua? ¿No se da cuenta de que lo único que da es vergüenza ajena, cuando no risa?

Leire Pajín muy orgullosa este fin de semana tras anunciar lo que no va a tolerar ahora...

Pobre de mi partido que tiene como número tres a alguien que no sabe más que repetir esa inspirada frase de "no voy a tolerar esto o aquello del PP" o predecir "acontecimientos históricos de alcance planetario" que al final quedan en nada de nada... Y ella tan contenta.

Para mí sí que es intolerable que personas como ella rijan nuestros destinos. Por cierto, ya os contaré si después de esta entrada me cae una sanción interna en el partido.

viernes, 2 de julio de 2010

La revista...

Érase que se era el pasado domingo por la mañana cuando iba con la dueña y señora de mi vida a comprar el periódico que siempre me tiene reservado Paco...

Entrando los dos en la tiendecita (que ocupa un local en los bajos del edificio lindante al nuestro), mientras Paco sacaba mi periódico del estante donde guarda los que están reservados, se me fue la vista a la portada inferior...


Me traicionó el subconsciente y, en voz alta y clara, se me escapó...

- "¡Joder con la Paula Prendes!"

(La chiquilla es una presentadora de televisión de La Sexta)

Los que sois hombres como yo, estáis pensando... "¡Vaya cagada!"

La dueña y señora de mi vida me miró de reojo, miró hacia la portada de la revista, y dijo...

- "Pues cógela si quieres".

Mi cerebro masculino y, si no me equivoco, el del resto de hombres que estáis en este instante leyendo esto, entendió sin que le cupiese la más mínima duda... "¡Como se te ocurra cogerla... !"

Y no la cogí...

Al llegar al bar donde tomamos la tapita dominical, la dueña y señora de mi vida dijo...

- "¿Dónde tienes la revista esa de la Paula Prendes? ¡Quiero hojearla un rato!"

Mi sorpresa fue mayúscula y salí del bar a comprar la revista... Como es evidente, solo para cumplir sus deseos (je, je, je). Por algo soy un "nasío pa obedesé". Cuando volví, me dijo...

- "¿Pues no te dije que la cogieras?"

Cerebros masculinos, cerebros femeninos... ¡Sigo sin entender nada a las mujeres!