Esta mañana conducía hacia Osuna (maravilloso pueblo) y a medida que salía de Sevilla iba hundiéndome en la niebla cada vez más espesa. Es curiosa la niebla... Me infunde al mismo tiempo reverencia y temor, pesadumbre, soledad, quietud y nerviosismo.
En la niebla desaparecen luces y sombras. Todos los colores se difuminan en un gris infinito. Se pierden el horizonte y el futuro. Sólo existe el aquí y el ahora. De nada sirven referencias ni formas en un mundo convertido en bulto sin delante ni detrás... Sin arriba y sólo con abajo.
Nos calma su uniformidad, relaja nuestros sentidos y nos adormece. Y al tiempo nos impele a la vigilia, a estar al acecho, a intentar en su profundidad infinita ver lo que nos espera en su seno.
Nos atemoriza perdernos en ella, posiblemente porque allí, en su recóndito vientre, podríamos encontrarnos con nosotros mismos. Curiosa niebla...