miércoles, 9 de diciembre de 2009

Hablar por hablar

Mi abuelo quemó gran parte de su salud y de su vida hundido en las entrañas de la tierra, arrancándole a golpe de pico y barrena sus riquezas. No tuvo formación académica alguna y aprendió a leer en la mili, en la que pasó casi cuatro años... Y desde entonces no paró. Siempre lo recuerdo con un libro o un períodico en las manos.

Normalmente callado, cuando hablaba, yo me quedaba maravillado ante la opinión de un hombre lúcido a quien la vida había entregado a manos llenas su sabiduría. Cuántas veces recuerdo su cara afable, arrugada y cariñosa. Cuántas veces le veo paseando conmigo a la luz de un atardecer y riendo con su mirada las miles de aventuras que yo, siendo niño, le contaba. Cuántas veces viene a mi mente la imagen de su inseparable boina (nunca bajo techo). Una boina que me encantaba quitarle para encasquetármela como un paleto hasta cubrirme las orejas, acompañándolo con un gesto de deformidad en el rostro. ¡Lo que él se reía!

Cuántas veces rememoro tantas cosas de él y sin embargo, no recuerdo una palabra a destiempo, una conversación estridente, una parrafada sin sentido... Nunca recuerdo que hablase por hablar. Quizá, cuando se ha descubierto la lectura y el lenguaje a una edad adulta, se respeta más.

Recuerdo que mi abuelo, ante la televisión y la radio, decía muchas veces que se "aturrullaba" (magnífica palabra). Qué pensaría hoy, casi quince años después de su adiós a este mundo si contemplase el bombardeo de estulticia que nos invade en forma de lenguaje absurdo. Qué pensaría de una clase política; ya sea nacional, autonómica o local; que copa programas, titulares y páginas con riadas de grandilocuencia sin decir absolutamente nada. Qué pensaría de unos programas televisivos que llenan las tardes de millones de personas de verborrea vergonzante.

Qué bueno sería llevar adelante como máxima universal el famoso aforismo "si lo que vas a decir no es mejor que el silencio, cállate". A mí me encantaría gritar... "Señores, silencio. ¡Va a hablar mi abuelo!"

(En honor a la maravillosa entrada "Palabras", de Juan Antonio González Romano, en su blog "Ah de la vida", que me ha recordado a un hombre que usó las palabras con exquisita prudencia; mi abuelo)