viernes, 19 de febrero de 2010

Homenaje al "mirón de obra"...

Como arquitecto, siempre he dicho que no hay obra que se precie que no cuente con su "mirón de obra" permanente, además de una cohorte, mayor o menor, de mirones de obra ocasionales. Hoy no puedo dejar pasar la ocasión de hacer, desde estas líneas, un sentido y profundo homenaje a esta figura trascendental en el mundo de la construcción.

El "mirón de obra" es un hombre de avanzada edad, por lo general jubilado, que pasa gran parte de su tiempo contemplando, analizando, criticando, comentando, recomendando; e incluso ordenando; las tareas que se ejecutan en la obra objeto de sus desvelos. Todo ello desde su estratégica atalaya; normalmente un agujero en la valla exterior.

Puede parecer una broma, pero en mis obras siempre ordeno que en las vallas opacas se practiquen los agujeros necesarios para que el mirón de obra permanente, y también los ocasionales, se encuentren cómodos. La razón es bien sencilla. Si no se practican los agujeros de una forma ordenada, los mirones de obra los practicarán por sus propios medios a tirones, ayudándose con las llaves y/o con las navajas que suelen acarrear para pelar su fruta mañanera... Y si en estos menesteres el mirón de obra se auto-inflige un corte o herida, no pestañeará al presentar la reclamación pertinente para que la constructora le indemnice.

El mirón de obra permanente no duda en compartir su sabiduría constructiva y/o arquitectónica con los mirones de obra ocasionales (poniéndoles al día de las novedades de la obra en las tertulias a pie de valla) o con los albañiles que se encuentren a su alcance que, indefectiblemente, estarán realizando mal su labor.

En casi veinte años de profesión, he conocido mirones de obra de todo tipo y condición, pero nunca en mi vida había tenido un mirón de obra permanente tan curioso y atípico como el que ha seguido, durante más de año y medio, el devenir de la rehabilitación de un bloque de viviendas en el Casco Histórico de Jerez de la Frontera (Cádiz). Muestro a continuación una fotografía del mismo en plena actividad visual.


Pues sí... ¡Es un perro!

Este perro, que por su habilidad para correr por los tejados más parece un gato, ha seguido paso a paso el desarrollo de la obra desde su incomparable atalaya entre las cubiertas del edificio que ocupa el otro lado de la calle. Poniendo en riesgo su propia vida se ha acercado de forma continuada, lloviese o hiciese sol, a realizar su labor. Ha gruñido y ladrado sus recomendaciones, consignas y órdenes a los albañiles y demás trabajadores de la obra que, obedientes, las han tenido siempre en cuenta.

Gracias mil a éste y a todos los mirones de obra (una figura que de no existir habría que inventar) porque sin ellos faltaría una pieza clave en el mundo de la construcción y la arquitectura. ¡Vaya para ellos mi homenaje!