sábado, 6 de noviembre de 2010

Inmigración e hipocresía...

Esta mañana iba camino del trabajo en autobús. Como casi todos los días, el transporte público se hacía de rogar y llegaba tarde y repleto de humanidad. La sensación de "sardina en lata" y la línea 5 de los autobuses sevillanos a las 7:30, son fenómenos inseparables...

La línea 5 ha venido siendo en los últimos años un buen termómetro de la situación demográfica de Sevilla. 

Hace años, a primera hora, iba casi vacío. Se llenaba, poco más tarde, con los ancianos que recogía por los barrios que atraviesa, y los acercaba hasta un centro de tercera edad muy concurrido.

Pero empezó a llenarse de caras jóvenes... Caras de rasgos distintos, de tonos de piel distintos, de idiomas distintos. La inmigración había traído ecuatorianos, senegaleses, bolivianos, marroquíes, rumanos, rusos... Nuevas caras de personas que iban a su trabajo a primerísima hora, junto a los españoles... Todos juntos pensando en silencio en sacar nuestras vidas adelante y en la jornada que nos esperaba. En esa época, la línea disponía del doble de autobuses y siempre íbamos enlatados.

Y más tarde empezó a vaciarse... Poco a poco... Paulatinamente... Se redujo el número de viajeros y redujeron el número de autobuses, para que no perdiéramos esa sensación de mogollón matutino.

Hoy, en el autobús, iba mirando los rostros de mis compañeros de viaje y recordaba lo que ha sido la inmigración en este país nuestro que es España.

Hace veinticinco años, ver a un inmigrante era algo de lo más extraño en nuestras ciudades... Los españoles, cuando viajábamos a Roma, París o Londres, volvíamos impresionados, diciendo; "¡Qué ciudades más cosmopolitas! ¡Hay personas de todos los colores e idiomas...!"

Llegaron los inmigrantes a nuestro país y, como había trabajo de sobra, no solo no hubo problemas, sino que muchos empresarios se frotaban las manos con pingües beneficios que, en más de una ocasión, asentaban sus bases sobre míseros salarios...

Y llegó la crisis y con ella el paro para muchos... Y llegó el populismo anti-inmigrantes. Los nuevos fascistas iniciaron sus campañas anti-negros, anti-sudacas, anti-rumanos... ¡Qué vergüenza! ¡Qué hipocresía infame!

¡Humanos! ¡Todos somos seres humanos! ¡Con los mismos Derechos Humanos!

¡Qué grandísima hipocresía la de un país que veía modernidad y cosmopolitismo en la inmigración de los demás hace cinco lustros y hoy no ve más que problemas en la inmigración que acoge él mismo!