sábado, 24 de julio de 2010

¡Qué cabronada!

El diccionario de la R.A.E. especifica en la segunda acepción para "cabronada" lo siguiente.

"Incomodidad grave e importuna que hay que aguantar por alguna consideración".

La semana pasada, en Berlín, un enorme camarero alemán nos hizo una auténtica "cabronada".

A la dueña y señora de mi vida y a mí nos encanta la cerveza, y llevábamos desde febrero sin probarla debido a la dieta por la que estoy tan buenísimo... Habíamos decidido pasar de dieta en Berlín y disfrutar sin cortapisas de los variados tipos de cerveza que existen allí y acompañarlas de alguna de las variedades de salchichas alemanas (más de mil seiscientas cincuenta según cuenta Intenet).

Hacía un calor tremendo en Berlín. De hecho, lo consulté en el teletexto, era la misma temperatura que había en Sevilla. Sólo que en Berlín, ningún local tiene aire acondicionado. Nos moríamos por una cerveza y el camarero, que era un fornido alemán, rubio, de metro noventa y tantos, atlético y musculoso, nos alargó una infinita carta de cervezas...

Ante la apremiante sed, después de una maravillosa mañana de museos sin climatización, no sabíamos qué elegir... Le dije en inglés que nos pusiera la cerveza que él bebía. Con una sonrisa, nos preguntó si pequeña o grande (0,3 ó 0,5 l), y se la pedimos grande...

¡Qué cabronada! ¡Nos puso una cerveza de color verde que nos dejó pasmados! Nos dijo que era muy popular en Berlín y que a él le encantaba porque era muy, muy refrescante...


Permitidme que, más que "cabronada", diga que la cerveza era una auténtica "mariconada" de mil pares de narices (el diccionario de la R.A.E. pone estas palabras como sinónimos).

Cerveza con manzana y kiwi... ¡Qué espanto! ¡Qué pedazo medio litro de mariconada!

Y nosotros con una sonrisa por aquello de ser amables...