sábado, 2 de octubre de 2010

Después de la huelga ¿general?...

Desde el pasado miércoles no hace más que rondarme la cabeza el chiste del dentista...

El paciente entra en la consulta del dentista y toma asiento en el sillón. Cuando el dentista se agacha hacia él para colocar la lámpara cerca de la boca, el paciente le agarra con fuerza los testículos y le pregunta...

"¿A que no nos vamos a hacer daño?..."

La imagen del paciente y el dentista me vino a la mente por primera vez cuando oí atónito a los líderes sindicales proclamar ufanos el éxito de su huelga ¿general? y no vi a un solo representante o portavoz de ninguna administración pública contestar con datos en la mano que la incidencia, fuera de un par de grandes fábricas, mercados de abasto y polígonos industriales controlados por piquetes ¿informativos?, había sido prácticamente nula...

Volvió a mí esa imagen cuando vi, al día siguiente, al presidente del gobierno sentenciar que su reforma laboral no sufriría modificación alguna, y ninguno de los líderes sindicales huelguistas del día anterior se atrevió ni a piar para contestar a tan tajante afirmación...

¡Qué desatino el de unos sindicatos de chiste y pandereta que en un país que lleva más de dos años con cuatro millones y medio de parados utilizan un recurso tan gravísimo y extraordinario como la convocatoria de una huelga general solo para cubrir el expediente de sus capitostes!

¡Qué desatino el de un gobierno que aprueba una reforma en la legislación laboral sin consenso!

Pero prima el buen rollito entre gobierno y sindicatos y ya se sabe, se hace una huelga ¿general? partiendo de la premisa del chiste...

"¿A que no nos vamos a hacer daño?..."

Yo decidí no hacer huelga ¿general? y, como yo, casi el 95% de mis compañeros del colegio, el 99% de los comerciantes de mi barrio (solo cerró una frutería porque no pudo comprar género en Mercasevilla ante el entusiasmo ¿informativo? de los piquetes que había en el mercado central de nuestra ciudad), y el 100% de los comerciantes del barrio donde tengo el estudio, donde no cerró nadie...

Creo ser un ciudadano responsable y medité profundamente el emplear un recurso tan extremo como la huelga para algo tan grotesco como cubrir el expediente de unos sindicatos que después de más de treinta y cinco años de democracia siguen contando con una de las menores tasas de afiliación del mundo, a pesar de haber disfrutado de uno de los sistemas de subvenciones públicas más generosos del mundo.

Tampoco estoy de acuerdo con la reforma laboral, porque hace pagar los platos rotos a los de siempre, mientras "salva" al gran capital con ingentes cantidades del dinero de todos...

A la vista de lo ridículo de la imagen de sindicatos y gobierno como paciente y dentista que retorna a mi mente de forma constante, creo que no me equivoqué en mi opción libre de trabajar...

¡Esta huelga ¿general? ha sido un deprimente paripé!...