Uno de los recuerdos más vívidos de mi más tierna infancia; que la memoria me vuelve a presentar de manera recurrente; es la casa de mis padres, y también la de mis abuelos, abarrotada de copas... No de copas para beber, ni de copas de trofeos deportivos... Eran las copas de los concursos de fotografía que mi padre ganaba... Mi padre, como diría hoy la niña 'coñazo' del anuncio de Catalana de Occidente, lo ganaba "todo, todo y todo"... Recuerdo con nitidez más de cuarenta copas abarrotando ambas casas...
Mi padre siempre ha llevado dentro de sí a ese gran 'creador' que no pudo o no se atrevió a ser... Después de mis más de veinte años de carrera profesional como arquitecto, rodeado de la 'fauna' que habita (o más bien 'pulula') el mundo del arte y la construcción, no me extraña nada la actitud de mi padre... Él optó por la seguridad propia y la de de su familia, sin jugarse ni por un momento el futuro de los suyos... Yo que soy un 'adicto' confeso al arte y a la arquitectura (sin ella no es que no pueda vivir, es que no quiero vivir) no lo comprendo, pero quizá sea porque no tengo hijos... ¡Así me va ahora, en tiempos de crisis!
En un nuevo homenaje al arte de mi padre, quiero presentar una nueva fotografía. Una de las que más me gusta de su colección de los años sesenta. ¡Un auténtico lujo!
En el concurso al que la presentó (y ganó, como era habitual) la tituló 'Barqui'. Evidentemente por el barquillero que ofrecía sus dulces a las niñas que respondían con su faz suplicante... ¡Qué ojos los de la niña del centro de la escena!
Espero que disfrutéis como yo la disfruto siempre que la veo. ¡Va de nuevo por ti, papá!