Dice el refrán popular que; "A quien Dios no le da hijos, el diablo le da sobrinos". Para mí no tiene mucho sentido porque mis siete sobrinos son una bendición de Dios. Me alegra la vida verles reír, correr y jugar. Además, cuando se ponen pesados o chinches (para eso son niños), los aguantan sus padres...
Ya he contado en más de una ocasión anécdotas de una de mis sobrinas que, con cinco años, es más lista que el hambre. Mangonea a su hermana mayor (de diez años) de mala manera. Además, como no se corta en absoluto, tiene siempre explicación para todo... Esa cabecilla no para de maquinar.
Celebramos la primera comunión de mi sobrina mayor (su hermana) hace algunas semanas y compartió con ella la emoción de ese día, que resultó muy entrañable para toda la familia. La semana siguiente era el día de la Ascensión y mi sobrina mayor preguntaba a su madre por el sentido de la celebración y por los símbolos que se habían empleado en la liturgia. Mi cuñada respondía mientras la pequeña parecía dedicarse a sus juegos sin prestar atención. Hasta que ante las reiteradas preguntas de su hermana se plantó delante de ella y le espetó con grandes voces y aspavientos...
- ¡Es que no te enteras...! ¡El Señor está VIVO, VIVO, VIVO! ¡Y se ha marchado al cielo para que los malos no lo maten más veces...!
Y después de su lección de teología volvió a los juegos sin más...
Si digo yo que esta niña tiene más peligro que un saco de bombas.