Corría el mes de febrero de 1991. Con veintiséis años, trabajaba a tope en un fantástico estudio de Bilbao al que me había incorporado en diciembre, tras haber obtenido mi flamante título de arquitecto, el 7 de septiembre de 1990, en una de las mejores universidades de España.
La carrera de arquitectura, por entonces, era algo más seria de lo que es ahora. Tenía seis cursos, seis, más el Proyecto Fin de Carrera y, por término medio, se solían repetir dos cursos. De mi promoción solo habíamos conseguido acabar sin repetir ningún curso veinticinco de los trescientos quince que empezamos.
Estaba orgulloso de mí mismo y me creía el rey del mundo...
Aunque la política siempre me había atraído como un imán al hierro, había decidido no militar hasta que mis estudios no estuviesen finalizados. Así que el 8 de septiembre de 1990 (el día después de mi titulación) me presenté en la sede de Euskadiko Ezkerra (EE), el partido que presidía Juan María Bandrés, y me afilié.
En ese mes de febrero de 1991, una mañana de domingo, muy temprano, sonó el teléfono de mi casa. Salí corriendo de la cama sobresaltado y cuando oí la voz al otro lado me quedé más que sorprendido. El Secretario General de mi partido y Consejero de Urbanismo, Vivienda y Medio Ambiente del Gobierno Vasco me quería ver sin falta el lunes a primera hora. Completamente dormido le dije que sí...
Recuerdo que iba expectante e intranquilo hacia aquella reunión. No sabía cuál podría ser el motivo de la misma y, mientras subía las escaleras que llevaban a la sede del partido, seguía elucubrando...
Los compañeros encargados de la recepción me hicieron pasar a toda velocidad a un despacho en el que, para mi sorpresa, me esperaban los tres máximos mandatarios, todos ellos altos cargos del Gobierno Vasco.
Como había grandes sonrisas luciendo en sus caras, me tranquilicé completamente...
Tras una breve salutación, fueron directos al grano. El Secretario de Organización, y por entonces Viceconsejero de Urbanismo y Vivienda, tomó la palabra y me anunció mi próximo nombramiento como Director General de Urbanismo y Vivienda del Gobierno Vasco, que se haría oficial en breve...
¡Era una prueba de confianza extrema! ¡Era la gran oportunidad de progresar en mi carrera como arquitecto y como político a la velocidad de la luz! ¡Era, también, cobrar un sueldo cuatro veces superior al que por entonces tenía! ¡Era el no va más!...
Tomando la palabra, agradecí la inmensa muestra de confianza y, para sorpresa inicial de los presentes, rechacé el nombramiento. Mi argumento era sencillo. Había entrado en política porque quería aportar algo a mis conciudadanos desde un partido o un cargo, pero aún no era el momento... Con apenas cinco meses de experiencia, mi bagaje profesional era tan minúsculo para ese cargo y para la responsabilidad que conllevaba, que no podía aceptarlo.
Los presentes, que eran políticos de los de verdad, lejos de vituperar mi actitud, la alabaron...
Hoy, con veinte años de experiencia profesional y otros veinte de militancia política (Euskadiko Ezkerra se fusionó con el PSOE en 1993), absolutamente nadie cuenta conmigo... Quizá porque siempre me he negado a lamer culos...
Y el pasado domingo (otro domingo en mi vida) pongo la radio y lo primero que escucho es la voz de la Secretaria de Organización de mi partido, Leire Pajín, usando una de sus frases absurdas favoritas.
- "¡Lo que no voy a tolerar...!"
¿No se siente ridícula una persona como ella que cada día demuestra que no tiene absolutamente nada que aportar a la política española ni a sus conciudadanos? ¿No se da cuenta de que, salvo a su camarilla fiel que la ha encumbrado ahí, con frases tan ampulosas como esas no da "miedo" ni a un chiguagua? ¿No se da cuenta de que lo único que da es vergüenza ajena, cuando no risa?
Leire Pajín muy orgullosa este fin de semana tras anunciar lo que no va a tolerar ahora...
Pobre de mi partido que tiene como número tres a alguien que no sabe más que repetir esa inspirada frase de "no voy a tolerar esto o aquello del PP" o predecir "acontecimientos históricos de alcance planetario" que al final quedan en nada de nada... Y ella tan contenta.
Para mí sí que es intolerable que personas como ella rijan nuestros destinos. Por cierto, ya os contaré si después de esta entrada me cae una sanción interna en el partido.